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miércoles, 14 de marzo de 2012

¡Estamos a punto de sentarnos a escribir!

Con seguridad conocen la famosa situación del enfrentamiento a la temible hoja blanca y las también famosas recetas medio NEW AGE sobre qué hay que hacer para vencerla.
Hoy vamos a recuperar algo de experiencia respecto a este punto. En primer lugar la hoja blanca no debe ser tal, debemos agarrarla y empezar a rayarla con bosquejos y grafías que hablen de cómo estamos ordenando mentalmente la totalidad de nuestra investigación.
Quiero decir con esto que estoy suponiendo que el trabajo de investigación está por lo menos avanzado en lo que se refiere a la recolección de datos, es decir, que ya empezó a formarse una idea de cómo exponer nuestras reflexiones, resúmenes, fichas, cuadros estadísticos, fotos y cualquier otra fuente que hayamos estado utilizando para recuperar información de nuestra investigación.
En ese entendido el bosquejo al que me refiero es un mapa conceptual, una figura más gráfica que esquemática respecto a la relación existente entre la totalidad y la parte de nuestra investigación. Ojo! Que no estoy refiriéndome a la prueba de la hipótesis, ni temática ni estadísticamente, sino al conjunto de datos que hemos recopilado.
Decía que empezamos con un mapa de círculos alrededor de uno central que contiene, resumida en dos o tres palabras nuestro objeto de estudio, al cual se le van sumando otras ideas que consideramos dependientes y relacionadas a esta idea central, y que pueden considerarse ámbitos o subtemas del principal.
Esa es nuestra estructura de la tesis o de la investigación en ciernes. Nada más ni nada menos. Llegar a esa comprensión de la totalidad nos será de vital ayuda para avanzar en el proceso de exponer nuestra investigación de manera ordenada y sin que haya un suicidio por desesperación o un empacho de información que no fluye adecuadamente.
A ese valioso instrumento, le debemos hacer un par de cosillas para que nuestro plan de exposición del conjunto de la investigación tenga un esqueleto.
La primera es plantearse un objetivo de nuestro texto, es decir, de qué vamos a hablar, para quien y de qué manera nos vamos a dirigir a esas personas.
La segunda: trasladar el diseño dibujada a un esquema jerárquico, donde encontremos tema central seguido de sus temas secundarios y dentro de ellos varias subdivisiones como partes planteadas en un orden lógico que aparecerá fruto de todo este ejercicio.
 Y la Tercera. La validación de este esqueleto, comparándolo con nuestro diseño de la investigación elaborado y aprobado por los jerarcas académicos de las universidades o de los institutos de post grado que nos aprobaron el proyecto. La pregunta clave es ¿así como esta nuestro esqueleto, puede dar una respuesta coherente y decir algo respecto del tema que estamos investigando? O como lo he hecho muchas veces, preguntarme ¿Si este esquema pasa por una tabla de contenido respetable y que por lo tanto la podríamos encontrar en algún libro que habla sobre nuestro tema?

Con este paso ya hemos superado la tonta hoja blanca, y hemos entrado a una dimensión en la que nos preguntaremos con seguridad: ¿Dónde pongo esta información que conseguí? Y qué creo que es un hallazgo.
Finalmente un consejillo el libro del Señor John Bowden, “Escribiendo un reporte”. Me ayudó mucho; consíganlo y será, como una novela de esas que tienen en tu velador.